La menopausia no es una caída, es un cruce. Y lo que te espera del otro lado depende de cómo lo vivas. Durante años, se ha vendido como un adiós: a la fertilidad, al deseo, a la vitalidad. Mentira útil para una sociedad que invisibiliza a las mujeres maduras. En realidad, es una transición que limpia, sacude y redefine.

Sí, hay síntomas. Sudores nocturnos, cambios de humor, insomnio, piel más seca, deseo que se esconde... Pero nada de eso significa que estés rota. Tu cuerpo está cambiando de fase, y si lo escuchas bien, te empieza a pedir cosas nuevas: menos ruido, más presencia; menos sobrecarga, más selección; menos "tengo que", más "quiero".

La menopausia puede ser una trampa si la ves como una enfermedad. Pero si la ves como un reinicio, se vuelve un terreno fértil. Es el momento donde muchas mujeres dejan de complacer y empiezan a decidir. Donde el cuerpo ya no tolera lo que antes aguantaba —comida basura, relaciones forzadas, trabajo sin sentido—, y eso es una bendición. Porque obliga a hacer limpieza.

La clave no está en "combatir" los cambios, sino en aprender a negociar con ellos. Revisar tu alimentación, incorporar movimiento con sentido, dormir mejor, hablar de lo que sientes sin filtro, y sí, consultar si hace falta una terapia hormonal o natural. Pero desde la información, no desde la resignación.

Muchas mujeres empiezan a crear, a emprender, a decir no, a vivir con una energía distinta pasada esta etapa. No porque recuperen su juventud, sino porque por fin sueltan la presión de tener que demostrarla.

La menopausia no es una muerte. Es una actualización. Y como toda actualización, incomoda al principio, pero después... todo funciona mejor.